Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Estoy, en mi habitación, mirando por la ventana. Y, de repente, comprendí, el valor de ella. Estoy, mirando, a través de ella el mundo exterior, el mundo de mi habitación, sale por mi ventana. A veces, miro el mundo, a través de los vidrios de mi ventana, y, lo veo, borroso, otras veces, claro, iluminado por el sol, solitario. Otras veces, las ramas de los árboles, llenan con los trinos de sus pájaros, el silencio del barrio. Y, se extiende más allá, llegando hasta mi alma. La ventana, puede ver a través de ella, pero, sin que nadie me vea. También, puedo observar y hacerme ver. Puedo hacer este juego de "te veo, no te veo" "dónde estás?".
Creo, que la ventana, es un filtro, con el cual puedo dejar pasar, sólo aquéllo que quiero ver. Lo que no quiero, lo dejo afuera. Otras, me obligo a mi misma a mirar y dejar entrar. Para entender, para comprender, que mejor, que el espacio, privado, silencioso, protector que la ventana me brinda.
Cuando miro a través de la ventana, el cielo, con nubes o sin ellas, con su luminosidad, con el sol, si es de día, con la luna y las estrellas, si es de noche, me hace pensar en un cuadro de Dalí, que me gusta mucho, pero cuyo título (lo confieso: no lo sé), en donde, se ve a una mujer, probablemente campesina, mirando a través de una ventana, el desierto. La infinitud, que atrapa al personaje en el cuadro, es la misma, que me toma a mi, cuando miro por mi ventana. De repente, comienzo un viaje al infinito, que me lleva a regiones desconocidas. En esos pequeños instantes, ya no estoy, en mi habitación, estoy demasiado lejos. Nuevos mundos, son por mi, explorados, nuevas geometrías, las imposibilidades desaparecen. Comienza el mundo de las posibilidades imposibles. Es un viaje, donde el viajero, carga su mochila, con cosas nuevas, impensadas matáforas, inusuales palabras, extraños comportamientos. La variedad de elementos que se recogen, son tan infinitas, como lo es, el viaje en si mismo.
La ventana, da tantas posibilidades, a quien mira a través de ella, que es sorprendente, que un día, termine, yéndome a través de ella, para no volver. Y, mi cuerpo, quedará, inerte, sobre la cama. Quiza, con los ojos abiertos, pero, ya sin ver, pues yo, me habré ido, sin pensarlo, adelante y más allá, cruzando mi vieja ventana, que nunca supo, muy bien, para que estaba allí.
Vermut con papas fritas y good show.
Hasta la Victoria siempre