Normal
0
21
false
false
false
MicrosoftInternetExplorer4
Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Yo, ya lo saben, con
algunas ideas rondando mi mente. He estado meditando, que a veces escribo, y
que a muchas personas, les da bronca, miedo de verse reflejado, en aquello que
escribo. Pero, este oficio de lector, requiere de meter los pies en el barro,
de dejarnos manchar de sangre, de sufrir por la víctima que muere. Que en
muchos casos somos nosotros mismos. Y que el temor, hace su labor lentamente.
Nos paraliza, nos deja atónitos, sin capacidad de respuesta.
Por eso creo, y, no pienso, que ésta sea la única verdad,
pero, que a veces, es necesario, introducirnos en la obscuridad, para apreciar
la luz, que alumbra nuestro camino, que aleja los temores. Como si la
obscuridad, no pudiera estar escondida, en cualquier rincón.
Qué debemos hacer? Eso no lo sé, pero, lo que sí sé, es que
tenemos que estar preparado para lo inesperado. Generalmente, lo inesperado es
lo que ocurre, por eso nuestro estado anonadado, con imposibilidad de salir de
él y dar una pronta respuesta creativa. Esperemos siempre lo inesperado. Cuando
todo parece irnos bien, algo nos pasa: la Vida.
La Vida,
que suele matizarnos con alegrías y penas. Cuando son penas, no quejamos,
maldecimos a nuestro Dios, por el destino cruel que nos toca vivir, pero no es así.
Simplemente, cada decisión que tomamos, implican consecuencias, que nosotros,
con nuestra pequeña mente, no podemos discernir y acometemos con lo que íbamos
a hacer. Por supuesto, todo resulta un desastre. Nos preguntamos, qué hice mal?
Por qué a mí? Pero en realidad, cada decisión que otros tomaron, coadyuvaron
para que nos pasara lo que nos pasa, al hacer lo que creíamos correcto.
Por eso, cada vez que leemos algo, estamos tomando una
decisión. Esa decisión implica vivir. No nos atemoricemos por nuestras
decisiones. Ya las pensamos, ya las ejecutamos. Sólo esperemos lo mejor. Pero,
si ocurre lo inesperado, estemos preparado para verlo y enfrentarlo.
Les recuerdo que único que no tiene solución es la muerte,
lo demás aprenderemos a sobrellevarlo, no como un carga, sino, parte de
nosotros mismos. Cuando aquellos dolores, que parecían terroríficos, los
aceptamos como parte de nosotros mismos, entonces, comenzamos a vivir y
disfrutar cada momento de placer. De esta manera, nuestro paso por el planeta
será agradable para nosotros y para los que nos rodean.