Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Como ven, siempre escribiendo, dándole la lata a alguien. Quién será ése que me lee? Cómo será su espíritu? Tendrá interioridad? Estas preguntas y otras resuenan en mi mente. Pero, después me dejo de hacer la tonta, no puedo cambiar a nadie. Sólo puedo cambiarme a mi misma. Qué voy a hacer?
Por lo tanto, trato, en lo posible, de mejorar, de hacer aquéllo, que me satisfaga, pero que, no dañe a otros.
Me dejo invadir por los recuerdos de mi niñez, que me acompañan, casi diariamente, se entremezclan, con mis nuevas experiencias, formando así nuevos pensamientos, nuevas formas de pensar. Es decir, constantemente, construyendo tierra fértirl, donde nuevas ideas se asienten. Qué les pasa a Ustedes? Lo mismo que a mí? Ojalá fuere así! Pero, noto, con cual increíble rapidez, se reformula mi mente. Cómo se adapta a las nuevas circunstancias, cómo me dota de nuevas herramientas, para luchar, para trabajar, para darle vuelo a mis ideas. Total, soñar no cuesta nada! Eso es lo que dicen, pero, me parece, que soñar con algo distinto, cuesta y mucho. Sobre todo, si uno se detiene a escuchar las voces, que siempre dicen lo mismo, que nada puede ser transformado. Qué tontos! Yo misma he cambiado, sigo haciéndolo. Doy gracias a Dios, por permitirme tener esta nueva juventud, llena de ideas, de pensamientos, de desear constantemente hacer algo por alguien. No importa, si no puedo cambiarlo. Pero, sí puedo a mí misma. Por tanto, no desespero, sé que hay muchas personas, que hacen lo mismo que yo y eso me place, enormemente.
A medida, que nos vamos transformando, vamos dejando de desear, al menos cosas materiales. Despegarnos del deseo, que es la clave que nuestros enemigos, usan para controlarnos. De ese modo, dejamos de comprar cosas, que no pueden llevarse al más allá, y llevamos, algo más valioso: los sentimientos. Así, descubrimos, que nunca podemos dejar de amar a alguien, aunque no lo veamos, el sentimiento permanece. En especial, con los que uno considera amigos, no los ve por mucho tiempo. Pero, en cuanto aparecen, reaunudamos las relaciones, como si nunca hubiera habido un intervalo.
De manera, que ése es nuestro bien más preciado: los sentimientos. Ellos, nos acompañan hasta el último latido, son lo único que nos sostienen, en cualquier tiempo que sea.
Se preguntarán, por qué esta mujer, continúa hablando de sentimientos, de amor, porque creo, que el amor es la fuerza más poderosa del Universo. Él, en sí mismo, nos cambia, para siempre. Y, así, sin darnos, cuenta, ejercemos influencia sobre otros, permitiéndoles, reflexionar sobre su accionar, verse a sí mismos. Quizás, estas actividades, sean, las que en definitiva, nos cambien. Nos permiten integrarnos al todo, siendo una parte individual, pero, a la vez, indispensable, para el conjunto. Ninguna voz debe ser desoída, quienquiera que sea, debemos oírla. Todos los seres vivos, tienen esta capacidad; debemos entrenar nuestro oído, para oírlos. Ésto, que parece tan fácil, es lo más difícil de hacer. Ser como el otro, convertirnos en el otro, entonces, a lo mejor, comenzaremos a comprender, esta relación que une todo lo existente: el tiempo-espacio, el universo, nosotros, todos, en fin.