Hola queridos chichipíos. Qué tal! Volver a escribirles es un placer, aunque debo admitir que sólo escribo aquello siento en mi interior. Puede ser, que a muchos no les guste lo que escribo, pero ésto es así. Todo lo que uno es, va impregnado en cada palabra que se dice, en cada palabra que se escribe. No se escribe para agradar a alguien, aunque sea sólo uno, se escribe porque tal acción es como un imperativo categórico, son pensamientos, conceptos, que deben ser vertidos al cántaro de las palabras. Algunos, buscarán, y rebuscarán en él, para encontrar algo que les sirve; otros, dirán "pero que es esa basura". No importa, no es posible contener las palabras, por mucho tiempo, en nuestro interior. Ellas pujan por salir, y finalmente, nacen, algunas maltrechas, otras, prístinas como agua cristalina, otras, malolientes, pútridas, hirientes. Otras, como flechas disparadas con acierto, por algún arquero, dan en el blanco, en el blanco pleno y se anidan allí, para después germinar. Pasado el tiempo, alguien se encuentra diciendo palabras que creía que no tenía, resignificándoles, y por ende, dándoles nueva vida. Esa palabra, con nuevo significado, vuelve a quien la lanzó, para, a su vez, ser transformado por ella.
Los adultos, se encuentran frente al reto de dar la palabra.Éste es el acto más humano que podamos hacer. Permitir que el otro la reciba, la transforme, la altere, la saboree, mientras cambia su significado para siempre. Y luego, volverla a emitir, así, cambiada, diferente, distinta, de cuando inició su recorrido. Es este acto de dar la palabra el que se encuentra interrumpido en casi todas las sociedades, supuestamente modernas. De esa manera, los jóvenes, se alejan de quienes son sus ancestros, pero que no han sabido darles la palabra. Tienen los jóvenes, tanto para decir, como aquellos que hemos vivido, quizás demasiado.
Encontrarnos con ellos, darle la palabra, pero conservando siempre en nuestros corazones, aquella que fue nuestra niñez. Ya no lo somos, pero guardamos ese tesoro, para compartirlo con nuestros jóvenes, y reconocernos en ellos, cómo éramos a esa edad.
Brindo por el reencuentro, a través de la palabra, de los jóvenes, y de los adultos, y aún, de aquellos que ya no son tan jóvenes. La juventud, se guarda como un tesoro en nuestro. Sólo tenemos que viajar hacia adentro, para encontrarlo y reencontrarnos, con nosotros mismos.
Vermut con papas fritas y good show.
Aquí les va un cuento que puede ejemplificar lo que estoy diciendo:
EL REGALO
Era la segunda o tercera vez que Rosita le escribía a Papá Noel. Bueno, ella sabía por qué no le había respondido, porque no siempre se había portado bien. Sin ir más lejos, hacía unos días se había peleado con un chico y le había dicho cosas muy feas como roñoso, mugriento. Probablemente este año tampoco le respondería.
Dejó la carta en el buzón de la puerta y se fue a la escuela. Ese día, su mamá Carmen llegó más temprano y revisó el buzón. Entonces, encontró la carta de su hija y se le hizo un nudo el corazón. Decidió hacerle una muñeca con todos los restos de tela y trapos que encontrara. No tenía plata para hacerle un presente y no sabía cuánto ésto había afectado a Rosita.
Hizo la muñeca, consiguió papel regalo, la envolvió y le puso un hermoso moño y una cartita a modo de respuesta de Papá Noel.
Esa mañana, Navidad, Rosita abrió sus ojos y al mirar a los pies de su cama vio el regalo.
Ahora, pasado los años, aun conservaba ese recuerdo como un tesoro inapreciado por desconocido, pero para ella tan valioso como una perla. Pensó con añoranza en esa historia, mientras se las contaba a sus nietas"
