Hola, queridos chichipios. Qué tal! Perdón, si encuentran algún error de ortografía, o lo que fuere, es qué estoy tan cansada! A veces, me pregunto si el abandono, me está conquistando, sometiendo, haciendo que muchas cosas, hayan dejado de interesarme. Parece, que lo único importante es lo que pasa en mi interior. Tengo, tantas ideas, todo el tiempo, que no sé qué hacer primero. Además, debo agregar, que no es fácil, poner en escena, conseguir quien te publique, ver si el público está tan interesado. La vida es tan corta! y la desperdiciamos comprando cebollas, un vestido (que para males, nos que queda muy apretado), algún zapato, que por supuesto, me queda chico, ya que mi pie se haya agrandado o el zapato, se haya achicado. No ´sé muy bien qué pensar. Estoy, mas preocupada por la finitud, que por comprar pelotudeces en algún lugar de venta de electro domésticos, compu, o lo que fuere.
Esta compulsión de comprar, de irnos transformando lentamente en consumidores, incapaces de reflexionar, de pensar en otra cosa. Hace que abandonemos lo que somos: humanos en formación, que se están haciendo personas. Es más fácil, a los políticos, tratar con consumidores, usuarios, en lugar de con ciudadanos. Por qué? Porque entonces no hace falta hablar de derechos y de obligaciones, no sólo de los ciudadanos, sino, también, de aquellos que nos representan (bah, no estoy muy segura). Los funcionarios, también tienen derechos y obligaciones. Pero, el incumplimiento de sus obligaciones, para con los
ciudadanos, son delitos penales, y por lo tanto, deberían ir a juicio oral, aquellos que incumplan lo que prometen. Porque, no le están prometiendo al consumidor, o al usuario, sino, que, les están prometiendo al ciudadano.
Sin embargo, es dable ver, con cierta asiduidad, como, aquéllos, que quieren postularse, para un cargo, hablan perogrulladas, prometen el oro y al moro también, total, los consumidores, con su memoria estrecha y su apetito insaciable, les cree. Han convencido a la gente que son , aquéllo,que no son. Y, entonces, escuchamos, a cualquiere preocuparse, por ejemplo, de las veredas, de los pozos, de si hay suficiente luz, si hay gas, Pero, no observo a nadie, hablando de los niños, que se drogan en la estación Buenos Aires, a la vera de la Avenida Saénz, en Pompeya. Parece, que el Vesubio, ya explotó y a nadie, le importa, un comino, estos niños y otros niños, que en realidad son nuestro futuro. Claro, siendo, consumidores, no parece posible ser padre o madre, o ciudadano preocupado. Porque, aquí el ciudadano preocupado, sólo está interesado en baches, no en personas, sujetos de derecho..
Qué bien! Cómo nos ha domesticado el capitalismo! Lo que ocurre, es que de esta forma, vamos directo al precipicio. Que es allí, obviamente, donde nos quieren, muertos y bien apiladitos.
La Dictadura no desapareció, pues el Imperio que la provocó y sus colaboracionistas, tampoco, siguen vivitos y coleando.. Sólo, algunos de ellos, como, Martínez de Hoz, está cumpliendo arresto domiciliario. Buena medida, como puede ser, que un anciano genocida, vaya a una cárcel común! En qué estoy pensando! Ah, claro, me había olvidado que era consumidora, no ciudadana! Pero, qué tontería la mía! Creer que soy sujeto de derechos, y como tal, tengo el derecho (valga la redundancia!) de peticionar.
Es bueno, para ellos tenernos así, es muy conveniente. A quién se le ocurriría, pensar, que esos niños, que se drogan, también son nuestros niños, que cuando, vivimos en una comunidad, todos sus miembros son importantes. Que su salud y bienestar, es una responsabilidad, compartida por todos los miembros de esa comunidad. Yo, creo, que tenemos, que empezar con un
pequeño ejercicio, mirarnos al espejo, y tratar de ver allí, al niño, que fuimos. Recordar, como nos trataba nuestra madre. Cómo, en conjunto con otras madres y padres, velaban por los niños. Cómo se preocupaban, por aquellos que no tenían para comer. Según, me cuenta mi madre, mi abuela, que era directora de escuela, allá en Junín, siempre veía, pasar a un niño en bicicleta. Que seguramente, iría a pedir, con ropas sucias y, él mismo, todo sucio. Y que entonces, mi querida abuela (qué Dios la tenga en su Santa Gloria!), lo llamaba, lo hacía entrar a la casa, lo bañaba, le daba ropas nuevas y una vez, bien abrigado y comido, le daba comida para su familia. Y lo hacía, volver a su casa. No sé, ni nunca sabré, quién era el niño, pero, espero con toda mi alma, que aquellas bondades, que mi abuela le brindaba, hayan rendido su fruto y hoy, sea como debe ser, un ciudadano argentino.
Vermuth con papas fritas y good show.
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QUIÉNES SOMOS?
Tal vez sea cierto, que cuando morimos cada
porción de nuestro cuerpo es regada, distribuida al norte y al oeste, al sur y
al este. Proporcionalmente, nuestras partículas van siendo reimplatadas en
distintos lugares al mismo tiempo.
Probablemente, cada trozo de nosotros mismos
es requerido por el Hacedor. Cada molécula nuestra es necesaria para reiniciar
el proceso de la vida, que según creo no termina jamás. Aunque suene demasiado definitorio
utilizar la palabra jamás.
Es una hermosa ilusión o realidad, quién lo
sabe, formar parte de este universo o de cualquier otro.
A medida que aprendemos más, nuestra
comprensión crece. Y descubrimos que no hay desperdicios en la obra del Señor. Lo
que ya no sirve para un cuerpo, es utilizado por otro, sin importar especie,
clase, o lo que fuere. Puede ser que una minúscula parte nuestra vaya a formar
parte de un satélite, luna, planeta, estrella, o en otro ser viviente en algún
planeta.
Es por eso
que todos estamos relacionados de una manera que es casi incomprensible
para la inteligencia humana, porque sus dimensiones e intensidad no están a
nuestro alcance. Y posiblemente, nunca lo estén. Eso, a veces nos vuelve
peligrosamente curiosos, y necesitamos destruir para comprender. Y cuando lo
hacemos, es tarde para alguien más, incluso para nos.