Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Que atinada, parezco, verdad. Algún, lector desprevenido, podría creer, que lo sé todo, que voy por el mejor camino, elegido por mí. Nada más lejos de la verdad. Estoy llena de errores, de desaciertos, de contradicciones, de marchas y contramarchas. Cuántas veces me he golpeado, contra el mismo muro, una y otra vez? Qué fácil, es creer, que somos perfectos, que fácil, para otros decir; "mirá que bien la pasa", "cuántas cosas que tiene". Qué tontos! Las únicas cosas valeraderas que poseemos, hasta nuestro fin, es el amor. Aún, nuestros hijos, podrían dejarnos, abandonarnos, pero, nuestro amor seguirá, incólume, potente, anidando, en nuestros corazones.
Y, si hemos sabido sembrar, entonces, y sólo, entonces, germinará la planta del amor, en nuestros seres queridos, que nos llevarán, en su interior, hasta su propio fin.
De modo, que el amor, forma una cadena infinita, llena de paciencia, comprensión, y, cuando luchamos por algo, si lo hacemos por amor, es muy difícil, para nuestros contrincantes vencernos. Yo, diría, que es casi imposible.
Por lo tanto, no anidemos odio, incomprensión, egoísmo, porque estos sentimientos, aparecerán, a último momento, para que nuestra partida, sea realmente fiera.
Dejarse caer en el amor, es liberarse. Ya no tengo que envidiar a mi vecino, porque se compró un auto o alguna otra estupidez, ya no tengo que resongar contra los judíos (sólo espero en Dios, que ablande sus corazones, para no continuar con el genocidio palestino), ya no tengo que preocuparme por los homosexuales, por los que tienen padecimiento mental. Ahora, sólo basta con quererlos. Aquellos sentimientos discriminatorios, nos abandonan, y una nueva claridad, elumina nuestra mirada. Nos ensanchamos, nos extendemos y vamos, más allá de donde habíamos soñado ir.
Vermut con papas fritas y good show.