Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Sigo escribiendo, tal como si un imperativo categórico de Kant, dirigiera mi mente, ordenándome escribir, escribir, escribir. Qué suerte que no importa si leen o no, yo lo hago, porque no puedo evitarlo.
Aquí les va otra muestra de las cosas que pienso:
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LUZ Y OBSCURIDAD
Cuando uno pierde su lucidez, deja de ser
lúcido. Se pierde, deja de alumbrar la luz, el camino, que sus decisiones
pergeñan. Se pierde en un mundo de sombras, de obscuridad, los pensamientos se
entremezclan. Y, uno puede extraviarse, aun en la puerta de su casa, en su
propia habitación, en su propia cama. Los pensamientos lo abandonan, una gran
confusión anida, donde antes debieron estar esas ideas. La obscuridad se cierne
y, entonces, es muy difícil ver más allá. Ya no hay camino, dónde ir, no se
sabe qué es atrás, qué es adelante,
arriba o abajo, no se entiende. Doblar a la derecha, qué significa? Ir para la
izquierda, tampoco tiene significado.
Las cosas se desmaterializan, y
una neblina cubre todo, todo, alrededor de nuestro cuerpo. No recordamos que
fuimos, no sabremos que seremos. No podemos decidir, porque no nos
acordamos, para interferir en lo que será. Qué dolor! Perder la luz! Cuando se pierde la luz ya no
se sabe qué es. Las tinieblas hacen resaltar la luz, pero cuando no hay luz, el propio cuerpo se desdibuja, no sabe uno qué
es, no puede verse uno a sí mismo. No puede ver a los demás, no puede ver su
reflejo en los otros, Así es, cuando no hay luz, así es cuando hay penumbras. No se sabe si duele, si se siente. No se
sabe…
Vermut con papas fritas y good show.