Hola, queridos chichipíos. Qué tal! Como ven otra vez escribieno. Creo, que se está transformando en un hábito, en algún momento del día, surge una idea, que tengo que plasmar en el papel, transformando esa palabras en un cuento, una historia, una poesía, que sé yo! Lo hago, y no importa nada, tengo que hacerlo.
Se acuerdan del monólogo, que publiqué sobre una mujer casada, que no sabía muy bien, que hacer con su marido. Se lo envié, por e-mail, a una profesora de teatro, que también es actriz y había trabajado en la escuela, donde, yo, también trabajo. Lo leyó y , me dijo, que le pareció redondito. Sin embargo, me contó una anécdota, que para mi no era relevante, pero si para ella, pues la sujeta, la comprime y le hace buscar historias, que no alteren al público. Estaban haciendo un unipersonal, en un restaurante, donde, no sólo, había matrimonios argentinos, sino también turistas, Mientras, los turistas la aplaudían, la saludaban. Las esposas de los argentinos, actuaban, como si ella quisiera robarles a sus maridos. Hacía de una terapeuta sexual, algo extraviada. Se ve que eso, la marcó, de forma, que le ha generado un miedo y busca, obras que no vayan a alterar al público. Pobres dramaturgos, si tuvieran que escribir, sin alterar a nadie. Uno, escribe, el otro lee, si puede, y entonces, sufrirá, llorará, reirá, se emocionará, recordará, lo que fuere que le pase.
A mi me gusta narrar historias, a los niños, y me encantan ver cómo se emocionan, rien, lloran, imaginan otros mundos, donde todos pueden hablar con todos. E, incluso, he notado que el impacto de las historias que les cuento, perdura, en ellos, como un tesoro espiritual, que los acompaña y los ayuda a reflexionar. Este parece ser un don, otorgado por Dios, pues puedo inventar una historia en el momento, y contarla y hacer que los niños la vivan como propia. Me encanta. Será, por eso que escribo. En cuanto, a los adultos, que se arreglen, pero sobre todo, me gusta impactar, ya sea rechazo, o un gusto bien marcado. Nada de postura neutras.