Hola queridos chichipíos. Qué tal!Cómo están en esta tarde de domingo, callada, tranquila, medio aburridos, sin saber bien qué hacer. Yo, como ven, siempre escribiendo. Parece que constantemente, se me ocurren ideas, que debo plasmar en el papel o la compu. No puedo dejar de hacerlo. Según creo, ya se los había dicho. No sé cuántas personas les pasa lo mismo, pero imagino, que muchas. Y aquéllas, que no se atreven, deberían hacerlo. Es vital, compartir nuestros pensamientos, ideas, proyectos. Llega un momento en la vida, que estas
acciones se vuelven importante, más qué saber quién uno es, debemos decir lo que pensamos a cualquiera, sin importar que a la otra persona le agrade o no. Es el momento de excretar todo lo que aprendimos, sentimos, que cosas atesora nuestro corazón. Empezamos a ver la importancia de las pequeñas cosas: como el maullido de nuestro gato, las peleas de nuestros hijos, por pavadas, sus cuchicheos compartiendo sus experiencias, nuestra propia risa, las emociones que calan más hondo en nuestra alma. Comenzamos a ver que nosotros también somos relevantes. Durante toda nuestra vida joven, estamos trabajando por nuestros hijos y por su bienestar. Pero, repentinamente, sin aviso, nosotros comenzamos a distinguirnos, de entre las sombras. Vemos nuestro cuerpo, apreciamos nuestros conocimientos (pocos, pero valiosos) e intentamos un nuevo camino, cuyo derrotero sea nuevo, inesperado, sorprendente, innovador, atemorizante en un punto, pues no sabemos, a ciencia cierta, qué queremos hacer ni adónde ir. Ésto es lo más excitante: la novedad, vernos con nuevas energías, diferentes de aquéllas que durante tanto tiempo alentaron nuestra vida. Se inicia un proceso de cambio, que puede ser para bien, cuando canalizamos esa energía, en cosas que nos hagan sentirnos bien; fundamentalmente, en mi caso, encuentro una necesidad de lo más acusiante: ayudar a los demás; parece, que al uno dar al otro, sin esperar ninguna recompensa, nuestra interioridad crece, nuestra vida se hace rica verdaderamente. Ninguna de las cosas materiales que compramos y usamos con tanto cuidado, son necesarias. Nuestro único bagaje, al final, es sólo nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra consciencia, nuestra mente. Todo lo demás, son bártulos, que con el tiempo, se vuelven pesados e inútiles. Debemos despojarnos de ese lastre, pues si no, nuestra paso se vuelve cansino, nos retarda en nuestro aprendizaje de vivir.
Vermut con papas fritas y good show.
Para mostrales, cuán imperiosa es la necesidad de cambiar, les escribo un cuentito, donde esta consciencia plena de que hay que cambiar llega tarde. Qué la importancia de los hermosos momentos que vivimos, no sabemos conservarlos como lo más valioso que tenemos.
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CONTRATO NOCTURNO
Era el horario que
mejor le convenía a ella. Podía ir y venir, lo más tranquilamente posible, sin
sufrir interrupciones. Además, Lucho, era muy severo con quien no cumplía con
sus tareas. Todas las noches, llevaba y entregaba merca, por lo que recibía
grandes sumas de dinero, que diligente, entregaba a Lucho. Con lo que obtenía,
mantenía a sus cuatro hijos, producto de sus distintas relaciones. Nunca muy
duraderas.
Como andaba en
bici, no despertaba sospechas, parecía una pobre diabla, que regresaba de su
trabajo en negro. Eso parecía, pero para que sus chicos pudieran sobrevivir,
con sus tareas, hacía que otros niños murieran. ´Le pesaba enormemente en su
corazón. Algún día, cuando sus hijos fueran grandes, le diría que no iba a
hacer más estos encargos. Pero, mientras tanto, todas las noches pedaleaba,
para cumplir sus labores, sin interrupción y sin errores, podían ser fatales.
Esa noche, como
cualquier otra, pedaleaba fieramente en su bici, sin prestar mucha atención,
pues las calles estaban desiertas. Al cruzar la bocacalle, no vio el auto que
venía muy a prisa, y le golpeó con rudeza, la rueda trasera. Patinó por el
asfalto, salió despedida y su bici quedó hecha añicos. Se levantó con esfuerzo
y notó que su pierna, así como su cabeza, sangraban abundantemente. Pero, no se
sintió tan mal, y decidió continuar. Tomó su bici y comenzó a caminar
lentamente. A medida que lo hacía, se sintió cada vez más cansada. Le faltaban
fuerzas. Al llegar, a la esquina, decidió sentarse sobre el cordón de la
vereda, dejó su bici a un lado y apoyó su cabeza sobre el poste de luz. Estaba
extenuada. Repentinamente, pensó en la mamá, que le hacía el café con leche, con
pan y manteca, pensó en sus hermosos hijos. Todo se perdió en la obscuridad que
la rodeaba, sus pensamientos, las sombras de las casuchas que la circundaban.
Solo obscuridad, penumbra, y un deseo implacable de descansar. Cerró los ojos,
y todo desapareció.