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POESÍAS
SE CAGÓ,
ENCIMA DE SUS PANTALONES.
UN OLOR
PEGAJOSO, SE ADHIRIÓ A SU PIEL.
EL TEMBLOR
QUE LO INVADÍA,
NO LE
PERMITÍA PENSAR.
SÓLO EL
MIEDO COMO COMPAÑERO.
OTROS, CON
ÉL, EN LA ANCHA BARRERA,
TAMBIÉN SE
HABÍAN ORINADO O DEFECADO.
UN AROMA
PENETRANTE,
TRANSFORMABA
EL LUGAR,
EN EL
PREÁMBULO DEL CADALZO.
DOS HORAS
MÁS TARDE,
YA NO HABÍA
HUMANOS EN EL LUGAR,
LA ÚNICA
CONSTANCIA DE QUE HABÍAN EXISTIDO,
ERA LA MIERDA ESPARCIDA POR DOQUIER.
GIRONES DE
MI CARNE MACILENTA,
DEAMBULAN,
DESPARRAMADOS
SOBRE EL
ACEITE MUGRIENTO QUE,
CUBRE LA
TIRA DE HOJALATA GRIS,
DONDE,
OTROS VAGAN COMO YO.
ESPERANDO,
ANSIANDO,
Y MIENTRAS
TANTO,
EL CIELO SE
DERRUMBA SOBRE NOSOTROS,
NOS
APLASTA, NOS COMPRIME,
TANTA
INMENSIDAD, TANTA PROFUNDIDAD,
NOS
DISPERSA MÁS, NOS ALEJA.
Y ASÍ, EN
SOLEDAD,
CON
INCIERTO DERROTERO AGUARDAMOS
A CARONTE,
CON SU BARCAZA IMPÍA,
PARA
LLEVARNOS MÁS ALLÁ DEL CONSUELO,
PARA
HUNDIRNOS EN EL DOLOR OLVIDADO,
PARA
PERDERNOS EN LAS AGUAS DEL RÍO DE LA
MUERTE.
DESPERTEMOS,
PEREGRINO, A LA
CONSCIENCIA,
Y LA
VIDA NOS OLVIDARÁ EN NUESTRA MUERTE
Y LA MUERTE OLVIDARÁ NUESTRAS VIDAS.
