Hola queridos chichipíos. Qué tal! Aquí, en nuestro país, murieron dos jóvenes asesinados por la policía de Río Negro. Como consecuencia de esta situación, hubo dos manifestaciones: los que apoyaban a la familia de los jóvenes muertos, y otra, de los sectores medios que apoyan a la policía local. La gran mayoría de las policías, que trabajan en las distintas provincia y en Capital, son mienmbros de las ex-fuerzas de tarea, que durante la Dictadura, secuestraban, torturaban y desaparecían a las personas. Ese terrorismo de estado, con la complicidad de gran parte de funcionarios políticos nacionales, provinciales y municipales, siguen trabajando y ejecutando crímenes de lessa humanidad. Si bien la Sra. Presidente, ha llevado políticas en favor de los derechos humanos, hay muchos genocidas (que no han cometido crímenes) y cuyo único delito es ser colaboracionista nazi de estas deleznables policías.
Tenemos que continuar oponiéndonos a estos asesinos, que eliminan a nuestros hijos, cuyos únicos delitos achacables es ser negro, pobre, vivir en una villa, ser raro, ser discapacitado, y cualquier otra característica que se les ocurra. Por lo tanto, debemos continuar con la Revolución iniciada por Belgrano, San Martín, Castelli y Moreno.
Aquí les un cuento, que muestra esta situación en Capital Federal, ejemplo que se repite a lo largo del país:
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¿UN SUEEÑO REAL?
- Dale, dale! Corré! Qué nos van a alcanzar?- dijo Carlitos, con el cuerpo temblando como las olas de un río
- Hago lo que puedo, che! El corazón se me sale de la boca – respondió Pilín con los ojos desorbitados
Encontraron un viejo coche estacionado y Carlitos ordenó:
-Escondámonos ahí! Ojalá que no nos encuentren – y como si hablara solo – Esos hijos de puta nos van a matar.
Habían intentado robar un quiosco de la zona con una pistola de juguete, que Pilín le había sacado a su hermano. La policía los vio y ahora corrían como nunca en sus vidas.
Por un momento todo pareció calmo. Cautelosamente Carlitos asomó la cabeza y no vio nada. Claro estaba muy oscuro y el pavimento reflejaba tenuemente la luz de la luna. Pero tampoco vio las luces del coche policial. Por supuesto, los muy basura habían doblado la esquina y apagado las luces; estaban esperando.
Carlitos y Pilín decidieron salir corriendo a su casa. Bah, casa! Un rancho con piso de tierra.
Se escucharon algunos disparos. Asustados, abrieron sus ojos. Todo había sido un sueño; estaban tirados sobre el colchón en la tierra. Pero… ¿dónde estaba su otro hermano?